miércoles, 2 de octubre de 2013

De piratas y metanfetaminas.



Clase 4 - “Arte y cultura en circulación: crear y compartir en tiempos digitales”


En esta oportunidad, el debate es en torno a la piratería y los diferentes argumentos en torno a los efectos negativos que se le atribuyen. (Pueden leerlos en extenso en el post de la clase).

Muchos de ellos tienen que ver con diferentes perjuicios de los que son víctimas las producciones (o productoras): perdida de ventas, de puestos laborales, de reconocimiento al trabajo, de incentivo a la creatividad. Sin embargo, mi intención es argumentar el por qué de la falsedad de estos argumentos. Avanzaré en este sentido con un ejemplo que ha trascendido en los últimos días.

Hace pocos días llegó al final una de las últimas series de culto, que ha sabido cobrar relevancia en crecimiento a lo largo de sus temporadas, llegando a una audiencia en su último capítulo notoriamente relevante. Se trata de Breaking Bad.
Más allá del argumento de la serie (sobre la que no puedo profundizar en demasía dado que aún no la vi –spoilers abstenerse-), lo relevante en este caso y lo pertinente sobre lo que quiero hacer hincapié es sobre las cifras de audiencia record alcanzada en su última emisión: el episodio final atrajo a más de 10,3 millones de espectadores. Esto sería un dato interesante, pero aún no sería pertinente a nuestro análisis frente a los efectos de la piratería. El punto llega de la mano de la cantidad de descargas ilegales que se efectuaron en las 12 horas que transcurrieron exactamente después de que apareciera la primera copia online: más de medio millón. 




Otro dato interesante es el hecho de que fue visto por 3,7 millones de espectadores más que en su penúltimo episodio, la semana anterior, en la que había alcanzando 6,6 millones. Una cifra de crecimiento nada despreciable.

En vistas de todo esto, puedo intentar esbozar algunas cuestiones que dan por tierra con los argumentos anti-pirateria. En primer lugar, la cantidad de descargas que se dieron en las primeras 12hs, y que seguramente se multiplicaron con el transcurso de los días (y lo seguirán haciendo) habla de una extensión de la audiencia que probablemente no hubiera dado con ese producto por otros medios, ya sea por disponibilidad, por horarios, por idioma, etc. Pensar que con la piratería estos consumos podrían haber revertido en ganancias para la productora, no creo que sea del todo cierto, ya que es muy posible que muchos ni siquiera tuvieran la posibilidad de acceder a ello. Por otro lado, el crecimiento exponencial de la audiencia puede deberse en gran parte a la difusión mediante las redes, los comentarios, las opiniones de los usuarios, y la posibilidad de sumarse a la historia varias temporadas después, y llegar a tiempo para el final. Sin duda, una forma de consumo voraz, habilitado por las descargas ilegales.

En otro aspecto, en cuanto a la perdida de incentivo a la creatividad, creo que ningún creativo se sentiría defraudado al conocer estas cifras, más allá del dispositivo y la modalidad en la que se hayan consumido. Además, el incentivo también se logra por otros lados, más allá de la audiencia televisiva, como es el caso de los reconocimientos y premios, como el Emmy al mejor actor obtenido en 3 oportunidades por el protagonista de la serie.

En la totalidad de los casos de consumos ilegales de productos audiovisuales el reconocimiento y mérito a los realizadores y actores se mantiene intacto, e incluso se potencia al tener la posibilidad de realizar un visionado profundo, concentrado y atento, al adecuarse a los tiempos del usuario que se toma su tiempo para el ritual de ver aquello que elige consumir.

Por último, es evidente que la piratería de contenidos se ha convertido en una práctica recurrente en los últimos años, y no por eso la producción de series ha mermado, sino que por el contrario se ha incrementado, afrontando el desafío de alcanzar a esas audiencias y convocarlas a participar desde otras perspectivas, sino solo viendo el programa a la hora señalada, generando productos accesorios, oficiales, que inviten al usuario a sumarse dentro de sus términos y lógicas a las propuestas oficiales y reguladas: no se trata de negar lo que existe sino de adaptarse al nuevo contexto y jugar a proponer nuevas apuestas en su interior. Potenciar la creatividad para incluir desde otro lugar al que opta por propuestas divergentes. Hace rato que el contexto de las prácticas cambió, y la piratería se encuentra dentro este nuevo ecosistema. La creatividad lejos de atenuarse se hace necesaria en cantidades superiores para encontrar nuevas vías y estrategias.

En la vereda opuesta, hay argumentos que afirman que  si un consumidor puede acceder gratuitamente a los productos culturales, dejará de gastar dinero en dichos productos. Y quizás este argumento no este del todo errado, tal vez parcialmente. No estoy segura de que se trate solamente de “dejar de gastar dinero”, porque hay numerosas prácticas que se sostienen por culto, por ritual, por disfrute de la práctica en si, o porque la calidad de la versión paga lo amerita: hablo de la concurrencia al cine, de la compra de cd´s originales, de la compra de libros en papel, hechos que se sostienen pese a los costos de estos y de la posibilidad de accederlos por otra vía. Sin embargo, a la primera mitad de la afirmación, le cambiaría el remate y estaría de acuerdo: “si un consumidor puede acceder gratuitamente a los productos culturales, accederá a estos gratuitamente”. Me refiero con esto a que la descarga ya se ha incorporado como práctica cultural establecida, más allá de la necesidad y la elección, por la simple costumbre de hacerlo.

En el caso de referencia, el capítulo se ofreció en diversos lugares de manera legal mediante Netflix. Sin embargo, muchos usuarios se han decantado por las opciones ilegales antes que por las legales. “Según una muestra de más de 10.000 personas a través de un cliente de BitTorrent, Australia se ha colocado a la cabeza con un 18 por ciento del total. Esto significa que un gran grupo de australianos prefieren los torrent del episodio en lugar de ver el episodio a través de plataformas legales.  En EE.UU. y Reino Unido la disponibilidad legal de Netflix  tampoco pudo evitar que la gente 'piratease' el último capítulo de Breaking Bad. Con un 14,5 y un 9,3 por ciento, respectivamente, estos países se colocan en segundo y tercer lugar. India y Canadá completan los cinco primeros con 5,7 y 5,1 por ciento del total.” (ver fuente). Más allá de los costos que puede conllevar la tv de pago, la disponibilidad, y el acceso, la piratería en muchos casos es una elección cultural que obedece a razones muy diversas a cuestiones de costos y disponibilidad de acceso.

Elegir ser pirata, es también una decisión. Luchar en contra, no es una posibilidad.

2 comentarios:

  1. Gran post! Me llevo varias reflexiones interesantes, en especial la descripción que hacés de los hábitos de consumo cultural que permite la piratería, los cuales son más amplios que los propuestos por la industria y en algunos casos pueden incluir visionados más atentos de las obras.

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